Pasado de…
Sachén
La espalda me dolía desde que salí de casa. Mi padre
me exigió que no me entretuviera por el camino. No sería la primera vez que se
me pasa el tiempo volando en el mercado. Pero me exigió que lo hiciera lo más rápido
posible. Estos arcos debían de llegar al campo de tiro antes del mediodía. Habíamos
trabajado durante toda la semana para que estén listos. Los lijamos con mimo y
enganchamos cuerdas nuevas.
- Quizás estos arcos nos hagan ganar
la guerra. Me comentaba mi padre sonriendo.
No olvidaría jamás sus cansados ojos y sus hábiles manos
para los arcos. Practicábamos con ellos todas las tardes y cazábamos la cena. Mi
madre, siempre nos gruñía cuando llegábamos manchados de barro y con arañazos por
los espinos. Vivía en un sueño. Temía que ese sueño acabase tan rápido como
llegue el amanecer.
El mercado estaba abarrotado. Era época de cosecha y
los vendedores gritaban sus ofertas. Fruta, carne, animales vivos, monturas e
incluso carros para los bueyes. Allí se vendía de todo. El mercado de Nivenia
estaba considerado como el mayor de todos los reinos. Mercaderes de todos los
rincones y de todas las razas luchaban por las ventas. Los clientes compraban
como si el mundo se acabara.
- Sachén, ¿Una manzana? Me ofreció Marcus. Él era un
granjero que vivía cerca de Thir. Lo conocía desde siempre. Me contaba
historias de la guerra, porque el luchó en ella. Yo disfrutaba con esas
historias. Yo me imaginaba en esas batallas portando uno de los arcos de mi
padre. Luchando codo con codo. Lo tenía decidido, quería ser soldado. Aunque mi
padre no le gustara esa idea.
- Gracias. Le dije mientas la agarraba. Le di un
mordisco y me senté un momento a su lado. ¿Cómo está el pequeño Círux? ¿Ya monta
a caballo?
- Sí, aunque desde la última vez…parece que le ha
tomado miedo. Se le iluminaba los ojos cuando hablaba de su hijo. No lo conocía
en persona, pues nunca lo había traído al mercado con él. Por lo que me contó
Marcus, Círux no era su hijo legítimo. Lo encontró cerca de un río. Al pobre lo
habían abandonado. Así que decidió cuidarlo y ejercer de padre. Eso demostraba
que tenía un buen corazón. Otro lo habría vendido como esclavo.
Al fondo de la calle se escuchó un grito. Era lo
normal en esos días. Los mercaderes se peleaban constantemente. Los puestos de
venta y los clientes robados eran los temas principales de las trifurcas. Me levanté
y me acerqué para ver de qué se trataba esta vez. De siempre he sido algo
curiosa. Sorteé a todos los mirones y me puse en primera fila. ¡Menuda
sorpresa! Esta vez no se trataban de mercaderes, sino de un enorme hombre y una
chiquilla. A primera vista parecía obvio. La niña había robado algo a ese
hombre y el intentaba darle su merecido. Pero mirando con detenimiento, ella no
parecía que necesitara robar. Tenía el pelo demasiado sedoso y los tobillos
demasiados limpios. Ella era de la zona rica.
- Si robas a tu pueblo, lo vas a lamentar. Gritó la
joven. Fue cuando percibí que no era ella la ladrona sino él. Tenía en su mano
derecha un saco de dinero. Parecía que ese dinero era de alguien. ¿Pero de quién?
Lo vi. Era un mercader que estaba tirado en el suelo. Tenía la cara hinchada
por algún golpe. Probablemente el ladrón le habría golpeado.
Esa niña era valiente. No le importaba el tamaño de
su contrincante ni las repercusiones que tendría su afilada lengua. El enorme agresor
miró a su alrededor y vio a casi todo el mercado observándolo. No sé si fue la
vergüenza o la imposibilidad de escapar de allí lo que hizo a actuar de esa
manera. Empujó a la chica y se acercó a ella. Echó su musculoso brazo hacia
atrás, para coger inercia y soltó su ira hacia la chica. En ese momento solté
los arcos que llevaba encima. Cogí uno de ellos y disparé lo único que tenía en
la mano. La manzana mordida que me había dado Marcus. Lástima que no fuera una
flecha. La manzana lo golpeó de lleno en la cara y capté su atención. Ahora la
que tenía el problema era yo. Di un paso hacia delante sosteniendo mi arco. Iba
a ser más fácil de lo que pensaba. A mi derecha había un puesto de bastones. Sabía
cómo utilizar todo a mi favor. Eso es lo que se aprende cuando tu cena es lo
que cazas.
Aquel tipo se balanceó hacia mí. Era lento y se le
vía sus intenciones. Con cada intento de sus lentos ataques yo me acercaba cada
vez a ese puesto. Ya tocaba uno de los bastones. Pero él estaba demasiado cerca
para intentar algo. Iba a recibir una buena si no fuera por la ayuda de aquella
chica. Un cántaro de agua le cayó en la dura cabeza de, ahora, nuestro
agresor. Él se giró y fue mi momento. Cogí el bastón lo partí por la mitad y lo
utilicé como flecha improvisada. Acerté en la parte trasera de su rodilla. No pretendía
matarlo, solo dejarlo inmóvil.
Sus gritos de agonía resonaban por todo el mercado y
todos lo mirones de allí observaban absortos por la sangre que se derramaba. Detrás
de la muchedumbre alguien venía hasta nosotros, apartando a todo el mundo. Eran
tres jinetes, por las pintas de sus armaduras eran soldados de rey. Ahora me había
metido en un problema más grave.
- Tu nombre. Dijo uno de ellos. Este tenía un casco
dorado como su armadura. Demasiado lujo para ser un simple soldado. El mango de
su espada tenía la cabeza del león real. ¡No podía ser!
- Sachén. Le contesté.
Este se quitó el casco mostrando quien yo creía que
era. El rey Erick Loud. Sus cabellos dorados brillaban con la luz del sol. Sus ojos
azules me observaban de arriba abajo.
- Gracias por ayudar a mi hija. Comentó el rey. –
veo que tienes buen ojo para salvar a las doncellas en apuros. Siguió
sonriendo. Lo hacía de una forma única. Sonreía solo con una parte de su boca. Eso
lo hacía más atractivo.
- Gracias, practico con el arco desde que era una
niña. << Bueno aun no soy ninguna mujer. Aun no se ha manifestado mi
parte animal.>>
- Has demostrado coraje. ¿Te gustaría ser la
cuidadora de la princesa? Siempre anda metiéndose en problemas y me vendría
bien contar con una arquera de tu calibre.
No me lo podía creer. El rey Loud me estaba dando la
oportunidad de cambiar mi destino. Podría empezar como cuidadora de la princesa
y después podría llegar a ser teniente de mi propio pelotón. Era una
oportunidad que no debía rechazar.
- Padre, no necesito a ninguna niñera. Sé defenderme
sola perfectamente. Protestó la niña.
Sinceramente no me sorprendía que esa niña fuera la
princesa. Sus cabellos rubios y sus ojos eran semejantes a las del rey. El problema
era que al parecer ella era una niña bastante caprichosa y sabía que me iba a
dar problemas.
<< Ese día fue cuando mi destino cambió. La
relación entra la princesa era más que un afecto por trabajo. Ella fue una hermana,
una amiga y yo juré protegerla mientras yo viviera.
Ahora en este mundo de aplicaciones informáticas, de
líneas telefónicas y rascacielos. Se me había complicado. Mi prioridad no era
Enuhé, la princesa. Sino que debía ayudar al Dios Fénix para que este mundo sea
lo que debe ser.>>
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO
Sachén es una gran heroína, ¡puede lanzar hasta fruta con un arco! jajaja Buen trabajo :D
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