Pasado de…
Marcus Thrifoder
Después de ver como los hombres a los que conoces,
mueren por una causa en donde los más poderosos solo tienen poder para
evitarlo, la mentalidad de cómo va a ser tu vida a partir de ese momento cambia
para siempre. La guerra de Lagaser había sido suficiente para enseñarme a vivir
sin estar bajo el yugo de las leyes de ningún noble. Nací en Thir y justo antes
de ir a la guerra me comprometí con la hija del curtidor.
Miraba
la puerta de nuestra provisional casa. En el barrio de los mercaderes. Donde los
animales y otras alimañas vivían en comunidad. Blanca me estaría esperando
dentro junto a sus padres y hermanas. Hubiera golpeado la puerta con fuerza y
con ganas de ver su cara, a no ser, porque tenía algo entre mis brazos. Un pequeño,
único superviviente de los habitantes de Lagaser. Tuvo suerte de que lo
encontrara cuando nos disponíamos a regresar. Junto a un río, el niño lloraba
desconsolado. Su madre yacía muerta junto a él. Varias flechas atravesaron su
cuerpo, con el que protegió al pequeño. Si no fuera por los berridos de su
hijo, nunca los hubiéramos encontrado. Lo sujeté en mi regazo y lo examiné
para cerciorarme de que estaba sano. Aún recuerdo esas palabras justo antes de
morir. “Cuídalo, pues es el único dragón de este cruel mundo. Se llama Círux y
es el heredero de Lagaser.” La voz de aquella madre que había abandonado toda
esperanza de vivir, me pedía que cuidase de su hijo. Al principio me asustó, no
esperaba que aun estuviera viva. Pero poco después su mirada quedó hueca como
un cascarón. Había muerto protegiendo a su hijo y me había dado lo más
importante de ella. Su hijo que ahora era el mío.
Ese
día decidí dejar atrás los días de guerra y la espada. Con lo ganado en mis
servicios de sargento de Thir podría empezar una nueva vida. Sembrar una tierra
y vender en los mercados. Pero necesitaría alguien que me ayudara a cuidar de
Círux.
Llamé
a la puerta y sin esperar a que alguien abriera entré sin permiso. Blanca, su
padre y sus hermanas estaban junto al fuego. Sus caras de sorpresa supuse que
no me esperaban hasta dentro de unos días. Debía de ser así, pero decidí
adelantarme al grupo por el bien del pequeño. En el campamento no teníamos nada
que darle excepto vino y algo de cordero. Sabía que la familia de Blanca, al
ser curtidores de cuero, tenían animales en el corral. Esperaba que alguno de
sus animales pueda facilitarme leche para el crío. Blanca se acercó a mí y no
miró mi cara, sino directamente miró al niño. Círux siempre ha sido un niño
especial. Sus cabellos dorados como los rayos del sol, los ojos grandes y
claros, sus manitas intentando cogerlo todo. Blanca no tardó en enamorarse de
él.
-
¿De dónde ha salido este niño? Dijo mi prometida mientras lo acunaba en sus
brazos.
No
podía contar que era Lagasiano o su tierna vida correría peligro. Así que
inventé una nueva historia.
-
Es el hijo de uno de mis soldados. Él murió y su esposa ha abandonado al crío. Se
llama Círux.
- ¿No
estarás mintiendo? Preguntó el padre de Blanca. Era un hombre robusto y
desconfiado. A veces parecía más amable con sus animales que con las personas
de su alrededor. – No sería la primera
vez que escucho historias de soldados que se acuestan con rameras y las deja
preñadas.
-
Señor solo tengo una vida y pienso usarla para amar a su hija. No piense que
soy como los demás hombres de ahí fuera. Le contesté señalando la puerta, refiriéndome
a las alimañas que vivían en Thir.- He ganado suficiente para poder comprar un
terreno y poder comenzar una vida. Por eso me gustaría que diese su bendición
para comenzar los preparativos de la boda. Quizás sonaba precipitado. A Blanca
le conocía de poco. Pero sentía que era la mujer de mi vida. Sabía que ella me
amaba y juntos criaremos a Círux como si fuera sangre de nuestra sangre.
Comenzaba
una nueva vida en la que ahora tengo una familia. Seré un gran padre y amaré a
mi esposa. Viviremos al margen de cualquier familia noble, pues no quiero que
ninguna tenga el poder de manejar nuestras vidas. Sé que Círux es un Lagasiano
pero para cuando se entere, yo ya habré muerto. Nunca se lo diremos y así el
podrá llevar una vida normal. Sin cargas innecesarias. Además Nivenia está muy cerca,
si se enterasen que él es el último dragón, nos colgarían a todos. Pero percibo
un buen futuro para nosotros tres. Yo se lo aseguraré pues yo soy el padre y
debo proteger a mi familia.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO.
Que bonito relato, de entrega y amor, me ha emocionado esta historia
ResponderEliminarGracias, Marga. comentarios como los tuyos me hace seguir.
EliminarNo hay nada como la historia de un padre que asume su papel con la naturalidad de Marcus. Adorable :) (Por cierto, la foto es la imagen mas bonita que he visto en todo el día)
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo escribes, y la historia me ha dejado con ganas de leer más sobre tu mundo.
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