Adel Redelan…
(Cuarta parte)
La fortuna nos sonreía. Asaltábamos barcos
y aldeas cercanas de las costas que no íbamos encontrando. Mis hombres eran los
marinos o piratas, como algunos comenzaban a llamarlos, más duros de todo el océano.
Buscábamos una sola pista del paradero del Pegaso Marino, al no encontrar nada,
dejaba a mis hombres que saciaran su ira contra quien se les oponga. Necesitaba
que la marina de Nivenia venga por nosotros y así conseguir que Phedrios venga
a nosotros. Mi lado más salvaje se acentuaba en nuestros asaltos. No veía
piedad en los rostros de los marineros. Cada vez que abordábamos un barco y no
encontraba aquello que buscaba desde que salimos de la isla, mi ira emergía
como la lava de un volcán.
Tres meses desde que salí de allí ni
una triste señal del paradero de Phedrios. Mis hombres comenzaban a creer que
mi ex segundo al mando ya había sido pasto marino. Muerto. Quizás mi primo,
Erick, lo mandaría a la orca por su traición. No podía pensar que nunca
saciaría mi venganza. Recuperar mi honor y mi estatus social. Ser recordado por
el marino que emergió de las entrañas del océano y luché contra la muerte para
poder recuperar lo que es suyo.
-¡Zarianos! Gritó el vigía.
Esos hombres pez nos seguían como
los lobos hambrientos. Todo por adentrarnos en su territorio. Pero era un lugar
seguro, nunca nos atacarían por sorpresa los barcos enemigos en este mar. Corrí
hasta el timón y aparté a la que manejaba mi nave. Giré todo a estribor y vi
como emergía a nuestra derecha una gran bestia marina. Cuernos y algas cubría
su cuerpo y sobre su lomo un grupo de Zarianos armados con lanzas y arcos. Delfines
montados por otro grupo y en primera fila, Zatza, el príncipe de los mares. El mejor
guerrero de ellos y conocido por todo marinero que se aprecie.
- ¡A las armas! ¡Quiero que pintéis mi
barco con su sangre de pez!
Los cañones se armaron y las espadas
afiladas de mis hombres brillaban bajo el sol tropical. Debíamos vencerlos o
nuestro destino culminaría en el fondo de estas aguas.
Di la orden de que esperaran mi
señal. Esperaba que esa bestia emergiera de nuevo y fulminarla con toda la
artillería que teníamos. Estaba claro que ese pez gigante era su arma más
fuerte en ese momento y debíamos desarmarlos como sea. Las aguas eran
tranquilas y a unos cien metros los Zarianos junto con Zatza, esperaban a ver cómo
íbamos a ser devorado por ese pez. Pero la tranquilidad de esta batalla me olía
a trampa. Desenvainé mi espada y entonces escuché gotas de agua cayendo en las
tablas de mi barco. Tras de mi algo me miraba silencioso. Use la hoja de mi
espada para ver qué era lo que me acechaba. Lo vi. Sus ojos grandes y oscuros. Dos
branquias donde debería tener la nariz y su piel escamosa y brillante de color
azul. Nos abordaban en silencio y nos matarían por las espalda.
Me giré con mi espada haciendo una
media luna, contándole por la mitad. Sus entrañas verdes se esparcieron por el
suelo y veía como otros escalaban el casco del barco.
- ¡Nos atacan! Grité alertando a
todos.
Mis hombres reaccionaron como los depredadores
que eran y luchamos contra ellos. La bestia marina emergió de improvisto y
mientras saltaba los Zarianos que lo montaba lanzaban fechas. Su táctica era
buena pero nuestro coraje podría con ellos. Salté hasta los cañones y cogí una
de las antorchas que servía para encender la mecha. Mientras luchaba contra
esos hombres pez, intentaba acercarme cada vez más a los cañones. Me mantenía
firme en mi posición la espera del momento exacto. Dos Zarianos vinieron hacia mí.
Uno de ellos me empujó con su lanza y el otro se disponía ensartarme. Tirado en
el suelo giré y su lanza se hincó en entre las tablas. De una patada partí su
lanza, ya que estaba hecha de hueso de algún tipo de pez. Me levanté y antes de
que pudiera lograrlo, atravesé a uno de ellos con mi espada. El otro, me dio una
patada en la cara y caí de nuevo. Mareado y con la boca sangrando miré al mar y
podía ver como esa bestia marina volvía para atacar de nuevo. Agarré la
antorcha y ataqué con ella al Zariano. Le quemé los ojos y conseguí ganar el
tiempo que necesitaba. Encendía las mechas y los cañones escupieron el plomo. Acertando
de lleno la bestia cayó al agua haciendo una ola enorme. La espuma de mar
limpiaba el suelo de nuestro barco y los Zarianos cambiaron su actitud
agresiva. Comprendieron que íbamos a luchar hasta acabar con cada uno de ellos.
Los que quedaron en el barco y no pudieron escapar los hicimos prisioneros. Un
botín para intercambiar por si decidían atacarnos de nuevo.
Mis hombres gritaban victoriosos y
me acerqué a los prisioneros. Para mi sorpresa fue encontrar entre ellos al
mismo príncipe de los mares. Zatza, fruncía el ceño y mi ego crecía mirando en
el estado que se encontraba.
- ¿Qué piensas hacernos pirata?
Preguntó el príncipe.
- Os vamos a matar. Y gritaron todos
los marineros al unísono. – A no ser… y esperé a que callaran.- Que me digáis donde
está el Pegaso Marino. Sabía que ellos conocían cada uno de los barcos que pasaban
por sus aguas, su capacidad de rastrear sus presas me podrían ser útiles a la
hora de encontrarlos.
- ¿Buscáis a ese barco? Os diré si soltáis
a mis hermanos. Comentó Zatza intentando negociar.
Sonreí, veía la posibilidad de poder
matar a Phedrios si decía la verdad, pero si mentía los mares tendría que
buscar a un nuevo príncipe. Di la orden y mis hombres obedecieron, soltando a
todos los Zarianos. Ahora solo tenía a Zatza y esperaba que dijera la verdad.
- Te honra haber liberado a mis
hermanos. Habéis cumplido vuestra palabra y ahora la cumpliré yo.
-¡Habla ya pez! Le grité desesperado
por tanta palabrería.
- Se encuentra al norte de aquí. El barco
encalló en una de las islas. Yo mismo os llevaré allí, si precisáis.
- Perfecto… Encerrarlo en la bodega
y acomodarlo. Ordené.
Sujetando el timón miraba el
horizonte. Respiré el húmedo aire y conduje. Me quedaba un último viaje y ya
terminaríamos con esta vida de salvajes. Podría volver con mi honor intacto y
mi barco. Parecía ser que la suerte nos sonreía por primera vez y debíamos
aprovechar este viento a nuestro favor.
<< Phedrios, descansa y bebe,
come y sáciate. Duerme con una hermosa mujer, porque cuando nos volvamos a ver
mancharé mis manos con tu asquerosa sangre y me la beberé.>>
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO.
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