Adel Redelan
(Quinta y última parte)
Nubes negras que tapan el horizonte
y espuma de mar que humedece mi cara. La batalla entre dos islas parecía eternecerse.
Mis manos se manchaban con cada estocada al enemigo y las cuerdas de amarre
servían para abordar a lo que quedaba del Barco más rápido de Nivenia. Desde mi
barco, veía los ojos asustados de Phedrios. Él sabía que no llegaría a vivir
otro día después de la batalla. Sus hombres decorarían el fondo marino con sus cadáveres.
- ¡Caballeros! Quiero al capitán de
ese barco suplicando por su vida antes de sacarle el corazón. Quiero que tintéis
el cielo con el negro de la pólvora y que vuestras espadas queden romas por degollar
tantos cuellos. Llenad vuestros bolsillos con el oro que ellos han robado y
quedad ese barco, pues ya no me importa ese trozo de madera. Quiero que los
demonios sientan envidia por convertir este día en un infierno sobre el agua.
Asaltamos el Pegaso marino y su
cubierta la cubríamos con la sangre de sus marinos. Aun lucían el uniforme azul
de Nivenia. Sus capitán forcejeaba con mis marinos que jugaban como gatos con
la comida. El terror de su cara al verse vencido me engrandecía. <<Soy mucho
mejor marino que tú y creías que no era capaz de capitanear ni un simple
cascarón de huevo.>>
Frente a él vi la más triste de las
personas. Una pena ver a un capitán en el suelo y llorando por su vida. No se
me ablandaría con esas lágrimas derramadas por un hombre de unos cuarenta años.
Me había subestimado y pisoteado mi honor, ahora yo le despojaría de todo lo
que tanto le había costado conseguir. Su barco, sus hombres, el oro…su vida.
- Por favor gran Adel. No me matéis.
Nos arrepentimos de haberte lanzado al mar. - Suplicó andando a gatas e
intentando besarme los pies. – Lo juro, incluso fuimos a buscarte pero ya no os
vimos.
- Mentiras y más mentiras. Me mandasteis
a la muerte y ahora que ves que ella no me llevó hasta el fondo del mar os dais
cuenta que soy más fuerte que vos. – Contesté.
Miré a mí alrededor y vi el estado
del barco que me fue encomendado por mi primo, el rey de Nivenia. ¿Qué diría si
lo viera ahora? Me daba igual. Yo ahora tenía que saciar mi venganza, la misma
que me había alimentado para que sobreviviera. Cada noche soñaba con este día. Cada
vez que cerraba los ojos veía su cara asquerosa y me mordía el labio impotente
hasta que me sangraba. El las llamas de las hogueras imaginaba a este barco
arder. Odio todo lo que Phedrios había tocado.
- <<Adel, creo que no deberías
de andar junto a la venganza. Para que matarlo, ya tienes lo que ansiaba, este
barco.>>
- Zake, no comprenderás nunca lo que
mueve a un hombre, eres sólo un animal y los animales no entienden de estas
cosas.- Contesté a mi animal interior.
- ¿Con quién hablas? – Preguntó
Phedrios perdido por mi conversación con Zake.
- ¡Tú te callas!- le grité y le
abofeteé.
Cayó al suelo como una anciana desvalida,
tocándose la mejilla golpeada. No se atrevería a abrir la boca nunca más. Ya se
había dado cuenta de que me su hora había llegado y a mí no me apetecía
alargarlo más. Desenvainé mi espada y se apoyé la punta en su garganta. Solo tendría
que clavársela y todo habría terminado. Escuchaba a Zake gruñendo, nervioso por
lo que estaba a punto de presenciar. Podía sentir como andaba de un lado a otro
sin poder dejar de mirar. Respiré hondo y empujé mi espada hasta el fondo. La empuñadura
se manchaba de sangre y mis manos de igual modo. Sentí satisfacción y orgullo. Pero
no lo suficiente. Podía escuchar un último intento de respirar por parte de
Phedrios. Saqué la espada de su garganta y me apoyé en la barandilla de madera
del timón. Miraba todo mi trabajo realizado como el que contempla una obra de
arte. Pero estaba frío. Vacío. No me quedaba nada. Todo lo que había hecho para
conseguir la muerte de Phedrios me había hecho sentirme vivo. Pero ahora que
todo había terminado deseaba seguir con su persecución. Los asaltos a los
barcos y las batallas en el mar.
Escuchaba el rugido del mar y de mis
hombres al pelearse por el oro. Los muertos se amontonaban en cubierta y él
bajaba por la escalera de proa. Se ocultaba con su sotana oscura. Las manos
huesudas aruñaban la madera. Venía a por lo que es suyo. Eso era el trato. Mi venganza
por un alma que él me pediría.
-<< Cuidado con él. No sabemos
qué es lo que nos va a pedir.>>
-¿Por eso estabas tan nervioso? ¿Por
qué sabías que él vendría? No te preocupes ni un demonio podría vencernos.
-<<¿Tú crees?>>
Me acerqué a él sin miedo pero en
guardia. No me fiaría de nadie de su naturaleza. Lo miré a los ojos, oscuros
como este día. Olía a azufre y su piel me parecía repulsiva.
- Has logrado lo que pretendías. ¿Qué
sientes ahora que lo has matado? – Me preguntó el demonio.
- ¿Cuál es tu petición? – pregunté sin
querer contestarle.
- Cómo ya te dije, quiero un alma. Tú
deberás traérmela y tu deuda quedará saldada.
- ¿Quién es el dueño de esa alma?
Sus labios serpentinos se estiraron
dibujando una sonrisa, o lo se le parecía. Con sus largas uñas se acariciaba su
arrugada cara y me miraba fijamente como si saborease las palabras que estaba a
punto de vomitar.
- Tú eres ese dueño.
Sus palabras me estallaron en la
cabeza como el sonido de los cañones. No podía creer que este ser me dejara
saciar mi venganza para después matarme.
-<<No se la des>>-
Suplicaba Zake.
- ¿Mi alma? Pero…
- Sólo una de ellas. Tengo entendido
que los Nivenianos compartís cuerpo con dos alamas. La humana o la animal. Te pido
la animal. Es la más fuerte y la más inteligente de tu cuerpo. Me servirá para
mi ejército de condenados. – Señaló a mis hombres. Los pumas que vivían en la
isla. Ahora los entendía. Ellos fueron una vez almas de otros Nivenianos y
pretendía que Zake viviera del mismo modo que esos marinos. Sirviendo al
demonio o a cualquier estúpido que caiga en los tratos embusteros de este ser. No
lo podía permitir que mi amigo viviera de esa forma. Zake, por otro lado
permaneció en silencio. Creo que estaba asumiendo su abandono.
- No te daré a Zake.- El demonio
frunció el ceño y apretó los dientes enfurecido. – Pero no te irás con las
manos vacías. Te daré mi alma por la de Zake. Si alguien tiene que vivir en mi
cuerpo que sea él.
- ¿Estás seguro? Preguntó después de
que se tomara unos segundos pensando en la nueva propuesta. – Serás mi esclavo
para la eternidad.
- Un precio que pagaré con sumo
gusto si Zake queda libre de nuestros tratos. – Contesté.
Escuchaba a Zake como rugía. No por
ira ni por descontento. Sino por dolor. Zake siendo un animal sabía lo que era
amar, podía sentir como su corazón se rompía en mil esquirlas por nuestra
separación. Creo que no pude escuchar su voz por culpa de sus lamentos.
- Entonces que así sea.
Sentí el dolor más grande que jamás
había sentido. Su mano entró en mi pecho y sentía como me arrancaba de mi
cuerpo. Sentía como cada vez era más difícil escuchar a Zake. Sentía lo mismo
que si me empuntaran los brazos. Poco a poco veía mi cuerpo, estaba fuera de él.
Amarrado a las garras de ese demonio. Observaba mis ojos en la distancia, sus
ojos. Zake me miraba desesperado por no poder hacer nada al respecto.
-<<Ya no volveremos a vernos,
a sentirnos ni a tocarnos. He perdido más que mi cuerpo con este trato, he
perdido a mi más querida de las personas, aunque tenga forma animal y en la
corte lo consideren salvaje. Él no es sólo un arma para combatir sino un
hermano que amaré por siempre. Se libre Zake, ya nos volveremos a ver.>>
Escuchaba las carcajadas del demonio
convencido de su botín. Pero aún me quedaba un último As en la manga. Sabía las
leyes que mueven el cielo y la tierra y
el demonio cegado por mi suculenta alma de humano las había olvidado. Entonces reí.
Reí como nunca había reído, y él cayó sorprendido por mis carcajadas.
-¿De qué te ríes, estúpido? ¿Es que
no sabes que te vas a pasar el resto de la eternidad en el infierno sirviendo a
un demonio? – preguntó enfurecido.
- Te equivocas asqueroso demonio. Ya
te estabas afilando los dientes cuando te ofrecí mi alma. Pero no te paraste a
pensar por que lo hice. Si yo ofrezco mi alma a cambio de otra que me importa
de verdad, se llama sacrificio. ¿Y sabes dónde van las almas que se sacrifican?
El demonio entró en cólera he
intentó por todos los medios arrastrarme hasta el interior de la tierra. Pero con
cada esfuerzo suyo mi alma más se elevaba. Mi cuerpo flotaba entre las nubes y
dejé de escuchar su voz cascada. Ya no veía a Zake ni al Pegaso Marino. Sólo
luz y calidez. Al llegar al plano celestial vi mi nueva naturaleza. Alas blanquecinas
y un nuevo objetivo. Sentí desde donde quiera que esté a Zake. Cada fibra de
mis ser sabía dónde encontrarlo y si estaba a salvo. Eso es lo que era. Su ángel
de la guarda. Ahora y por siempre estaré a su lado y le daré lo que en vida no
le he podido dar. Zake mi amigo ya voy a tu búsqueda.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO.
[Spoilers]
ResponderEliminarOooh, el final es un poco amargo, aunque me alegro por Zake. A ver ahora cómo se las maneja con un cuerpo humano, ahí tendrías otra mini saga, jeje.