miércoles, 10 de septiembre de 2014

Adel Redelan
(Quinta y última parte)



            Nubes negras que tapan el horizonte y espuma de mar que humedece mi cara. La batalla entre dos islas parecía eternecerse. Mis manos se manchaban con cada estocada al enemigo y las cuerdas de amarre servían para abordar a lo que quedaba del Barco más rápido de Nivenia. Desde mi barco, veía los ojos asustados de Phedrios. Él sabía que no llegaría a vivir otro día después de la batalla. Sus hombres decorarían el fondo marino con sus cadáveres.
            - ¡Caballeros! Quiero al capitán de ese barco suplicando por su vida antes de sacarle el corazón. Quiero que tintéis el cielo con el negro de la pólvora y que vuestras espadas queden romas por degollar tantos cuellos. Llenad vuestros bolsillos con el oro que ellos han robado y quedad ese barco, pues ya no me importa ese trozo de madera. Quiero que los demonios sientan envidia por convertir este día en un infierno sobre el agua.
            Asaltamos el Pegaso marino y su cubierta la cubríamos con la sangre de sus marinos. Aun lucían el uniforme azul de Nivenia. Sus capitán forcejeaba con mis marinos que jugaban como gatos con la comida. El terror de su cara al verse vencido me engrandecía. <<Soy mucho mejor marino que tú y creías que no era capaz de capitanear ni un simple cascarón de huevo.>>
            Frente a él vi la más triste de las personas. Una pena ver a un capitán en el suelo y llorando por su vida. No se me ablandaría con esas lágrimas derramadas por un hombre de unos cuarenta años. Me había subestimado y pisoteado mi honor, ahora yo le despojaría de todo lo que tanto le había costado conseguir. Su barco, sus hombres, el oro…su vida.
            - Por favor gran Adel. No me matéis. Nos arrepentimos de haberte lanzado al mar. - Suplicó andando a gatas e intentando besarme los pies. – Lo juro, incluso fuimos a buscarte pero ya no os vimos.
            - Mentiras y más mentiras. Me mandasteis a la muerte y ahora que ves que ella no me llevó hasta el fondo del mar os dais cuenta que soy más fuerte que vos. – Contesté.
            Miré a mí alrededor y vi el estado del barco que me fue encomendado por mi primo, el rey de Nivenia. ¿Qué diría si lo viera ahora? Me daba igual. Yo ahora tenía que saciar mi venganza, la misma que me había alimentado para que sobreviviera. Cada noche soñaba con este día. Cada vez que cerraba los ojos veía su cara asquerosa y me mordía el labio impotente hasta que me sangraba. El las llamas de las hogueras imaginaba a este barco arder. Odio todo lo que Phedrios había tocado.
            - <<Adel, creo que no deberías de andar junto a la venganza. Para que matarlo, ya tienes lo que ansiaba, este barco.>>
            - Zake, no comprenderás nunca lo que mueve a un hombre, eres sólo un animal y los animales no entienden de estas cosas.- Contesté a mi animal interior.
            - ¿Con quién hablas? – Preguntó Phedrios perdido por mi conversación con Zake.
            - ¡Tú te callas!- le grité y le abofeteé.
            Cayó al suelo como una anciana desvalida, tocándose la mejilla golpeada. No se atrevería a abrir la boca nunca más. Ya se había dado cuenta de que me su hora había llegado y a mí no me apetecía alargarlo más. Desenvainé mi espada y se apoyé la punta en su garganta. Solo tendría que clavársela y todo habría terminado. Escuchaba a Zake gruñendo, nervioso por lo que estaba a punto de presenciar. Podía sentir como andaba de un lado a otro sin poder dejar de mirar. Respiré hondo y empujé mi espada hasta el fondo. La empuñadura se manchaba de sangre y mis manos de igual modo. Sentí satisfacción y orgullo. Pero no lo suficiente. Podía escuchar un último intento de respirar por parte de Phedrios. Saqué la espada de su garganta y me apoyé en la barandilla de madera del timón. Miraba todo mi trabajo realizado como el que contempla una obra de arte. Pero estaba frío. Vacío. No me quedaba nada. Todo lo que había hecho para conseguir la muerte de Phedrios me había hecho sentirme vivo. Pero ahora que todo había terminado deseaba seguir con su persecución. Los asaltos a los barcos y las batallas en el mar.
            Escuchaba el rugido del mar y de mis hombres al pelearse por el oro. Los muertos se amontonaban en cubierta y él bajaba por la escalera de proa. Se ocultaba con su sotana oscura. Las manos huesudas aruñaban la madera. Venía a por lo que es suyo. Eso era el trato. Mi venganza por un alma que él me pediría.
            -<< Cuidado con él. No sabemos qué es lo que nos va a pedir.>>
            -¿Por eso estabas tan nervioso? ¿Por qué sabías que él vendría? No te preocupes ni un demonio podría vencernos.
            -<<¿Tú crees?>>
            Me acerqué a él sin miedo pero en guardia. No me fiaría de nadie de su naturaleza. Lo miré a los ojos, oscuros como este día. Olía a azufre y su piel me parecía repulsiva.
            - Has logrado lo que pretendías. ¿Qué sientes ahora que lo has matado? – Me preguntó el demonio.
            - ¿Cuál es tu petición? – pregunté sin querer contestarle.
            - Cómo ya te dije, quiero un alma. Tú deberás traérmela y tu deuda quedará saldada.
            - ¿Quién es el dueño de esa alma?
            Sus labios serpentinos se estiraron dibujando una sonrisa, o lo se le parecía. Con sus largas uñas se acariciaba su arrugada cara y me miraba fijamente como si saborease las palabras que estaba a punto de vomitar.
            - Tú eres ese dueño.
            Sus palabras me estallaron en la cabeza como el sonido de los cañones. No podía creer que este ser me dejara saciar mi venganza para después matarme.
            -<<No se la des>>- Suplicaba Zake.
            - ¿Mi alma? Pero…
            - Sólo una de ellas. Tengo entendido que los Nivenianos compartís cuerpo con dos alamas. La humana o la animal. Te pido la animal. Es la más fuerte y la más inteligente de tu cuerpo. Me servirá para mi ejército de condenados. – Señaló a mis hombres. Los pumas que vivían en la isla. Ahora los entendía. Ellos fueron una vez almas de otros Nivenianos y pretendía que Zake viviera del mismo modo que esos marinos. Sirviendo al demonio o a cualquier estúpido que caiga en los tratos embusteros de este ser. No lo podía permitir que mi amigo viviera de esa forma. Zake, por otro lado permaneció en silencio. Creo que estaba asumiendo su abandono.
            - No te daré a Zake.- El demonio frunció el ceño y apretó los dientes enfurecido. – Pero no te irás con las manos vacías. Te daré mi alma por la de Zake. Si alguien tiene que vivir en mi cuerpo que sea él.
            - ¿Estás seguro? Preguntó después de que se tomara unos segundos pensando en la nueva propuesta. – Serás mi esclavo para la eternidad.
            - Un precio que pagaré con sumo gusto si Zake queda libre de nuestros tratos. – Contesté.
            Escuchaba a Zake como rugía. No por ira ni por descontento. Sino por dolor. Zake siendo un animal sabía lo que era amar, podía sentir como su corazón se rompía en mil esquirlas por nuestra separación. Creo que no pude escuchar su voz por culpa de sus lamentos.
            - Entonces que así sea.
            Sentí el dolor más grande que jamás había sentido. Su mano entró en mi pecho y sentía como me arrancaba de mi cuerpo. Sentía como cada vez era más difícil escuchar a Zake. Sentía lo mismo que si me empuntaran los brazos. Poco a poco veía mi cuerpo, estaba fuera de él. Amarrado a las garras de ese demonio. Observaba mis ojos en la distancia, sus ojos. Zake me miraba desesperado por no poder hacer nada al respecto.
            -<<Ya no volveremos a vernos, a sentirnos ni a tocarnos. He perdido más que mi cuerpo con este trato, he perdido a mi más querida de las personas, aunque tenga forma animal y en la corte lo consideren salvaje. Él no es sólo un arma para combatir sino un hermano que amaré por siempre. Se libre Zake, ya nos volveremos a ver.>>
            Escuchaba las carcajadas del demonio convencido de su botín. Pero aún me quedaba un último As en la manga. Sabía las leyes que  mueven el cielo y la tierra y el demonio cegado por mi suculenta alma de humano las había olvidado. Entonces reí. Reí como nunca había reído, y él cayó sorprendido por mis carcajadas.
            -¿De qué te ríes, estúpido? ¿Es que no sabes que te vas a pasar el resto de la eternidad en el infierno sirviendo a un demonio? – preguntó enfurecido.
            - Te equivocas asqueroso demonio. Ya te estabas afilando los dientes cuando te ofrecí mi alma. Pero no te paraste a pensar por que lo hice. Si yo ofrezco mi alma a cambio de otra que me importa de verdad, se llama sacrificio. ¿Y sabes dónde van las almas que se sacrifican?
            El demonio entró en cólera he intentó por todos los medios arrastrarme hasta el interior de la tierra. Pero con cada esfuerzo suyo mi alma más se elevaba. Mi cuerpo flotaba entre las nubes y dejé de escuchar su voz cascada. Ya no veía a Zake ni al Pegaso Marino. Sólo luz y calidez. Al llegar al plano celestial vi mi nueva naturaleza. Alas blanquecinas y un nuevo objetivo. Sentí desde donde quiera que esté a Zake. Cada fibra de mis ser sabía dónde encontrarlo y si estaba a salvo. Eso es lo que era. Su ángel de la guarda. Ahora y por siempre estaré a su lado y le daré lo que en vida no le he podido dar. Zake mi amigo ya voy a tu búsqueda.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO.


1 comentario:

  1. [Spoilers]
    Oooh, el final es un poco amargo, aunque me alegro por Zake. A ver ahora cómo se las maneja con un cuerpo humano, ahí tendrías otra mini saga, jeje.

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