¿Cuál es tu nombre?
(Segunda entrega de Balam)
- Una copa.
- ¿Alguna en especial?
- ¿Tan difícil es poner algo de
Alcohol en un vaso?
El camarero cogió la primera
botella, sin mirar cuál era su contenido, y la vertió en un vaso. Su mirada
reflejaba su molestia por no poder soportarme. Me daba igual. Sólo quería
beber. Había llegado de un largo viaje y había llegado a un Madrid que no
reconocía. Todos sus habitantes andaban por las calles erguidos como si
tuvieran derecho a todo y sobre todos. Odio a los humanos. No entiendo cómo han
durado tanto tiempo en este mundo. Si sólo son unas ratas que se devoran entre
sí a la mínima ocasión. He estado en casi todas su etapas de evolución y no han
dejado de ser esos monos que vivían en cuevas. Aunque hay que reconocer que
algunas de esas monas estaban realmente bien.
Observé en la esquina de aquel
mugriento pub. Allí estaba una de las madrileñas más guapas que había visto en
siglos. Tenía un portátil sobre la mesa y la pantalla se reflejaba en sus
gafas. Se mordía el labio, concertada, por lo que leía. Me acerqué y sin pedir
permiso me senté en la silla que había vacía junto a ella.
- ¿Sabes que los Pub no es un lugar
para leer? Para eso están las bibliotecas y esas cosas. – le dije
descaradamente. Ella me miró por encima de sus gafas y volvió su mirada a la
pantalla.
- ¿De verdad eres tan bueno como
dicen?- Preguntó la chica.
- Depende. En la cama soy mejor.-
contesté.
- ¿Y matando valkirias?
- Directa…me gustan las mujeres con
carácter.- seguí con mi juego. - ¿así que me estás proponiendo un trabajo?
- ¿A caso iba a estar aquí contigo,
con otro fin que no sea trabajo? – Cerró el portátil y dejó sus gafas sobre
él.- ¿lo harás?
- Depende de cuánto estemos
hablando. – contesté dando un sorbo y comprobando que lo que me había echado el
camarero no más que algún producto de limpieza. Miré al barman y lo vi
sonriendo orgulloso de su broma.
- Cuatro.
- ¿Mil?
- Cuatro millones.- la boca se me
hacía agua por haber escuchado la cifra. Lo que me extrañaba era ¿Por qué pagar
tanto por sólo matar a una valquiria? -¿lo harás o no? Si no lo haces, puedo
hablar con otros cazadores.
- Lo mío es cazar demonios, pero lo
haré. Tengo curiosidad por saber quién es esa arpía que se merece cuatro kilos
por su cabeza.
- Te aré llegar toda la información
a tu casa.- se levantó y recogió el portátil y se dirigió a la salida.
- ¡Espera! No te he dicho donde
vivo.
- No hace falta. No hay nada que no
sepa de ti. Príncipe Balam. – me llamó la atención que me llamara príncipe. La
verdad es que nadie me llamaba así desde que dejé Niflheim. Era demasiado
triste.
Ella me dejó sorprendido por aquella
conversación. Tenía un nuevo trabajo y un nuevo objetivo. Tirarme a la listilla
de las gafas. Me levanté de allí y me acerqué a la barra. El camarero me miró
esperando a que dijera algo sobre la bebida que me había servido. Yo en cambio
me terminé la copa y le hice una señal para que se acercara. Lo hizo
tímidamente y le cogí de la cabeza y se la estampé en la barra.
- No creas que te voy a pagar esta
basura. – le dije. Agarré una botella de whiskys y me marché a la calle. Miré a
ambos lados de la acera y no veía por ningún lado a esa mujer. Quería hacerle
unas preguntas pero al parecer era demasiado tarde.
Subí por la calle de gran vía era de
noche y al parecer no era un día especial para ir de fiesta. Parecía que toda
la ciudad estaba desértica. Llegado casi
al final de la calle y a punto de entrar en mi nuevo apartamento. Dos hombres
con chaquetas de cuero me interrumpieron en mitad de mi paseo.
-Tío ¿sabes que este es nuestro
territorio? ¿Cómo te atreves a venir hasta aquí?
Demonios. Había una cosa más
irritante que los humanos y eran los demonios. Pasé de ellos, es lo que se hace
con el estiércol.
- ¿Estás sordo? –comentó el mismo de
antes.
- Os daré una sola oportunidad de
que os vayáis. Iros y no os mandaré chupar azufre junto con vuestras mamaítas.
Contesté.
Al parecer no les gustó mi
comentario. Se lanzaron hacia mí y uno de ellos me sujetó por las espaldas
mientras el otro me golpeaba en la barriga. La verdad me sorprendía que
creyeran que eso era efectivo contra mí. Me giré justo a tiempo cuando otro de
sus puñetazos iba a alcanzarme y esta vez le dio de lleno a su compañero. El
muy imbécil me soltó y fue cuando aproveché. Le cogí del cuello al que me había
golpeado y lo alcé un palmo del suelo. Con un solo giro de muñeca le partí el
cuello y lo lancé contra su amigo. Fui directo contra este y saqué mi cuchillo
y le apuñale en uno de sus ojos. No los iba a matar. Tenía algo en mente para
ellos.
Gritaban como cerdos en un matadero
y le di una patada en la boca para que se callaran.
- Decís que este es vuestro
territorio ¿no?
- Es todo tuyo. Ya no lo queremos.
–decían aterrorizados.
- No digáis esas cosas. Mira yo
necesito socios. Algunos chivatos que puedan darme información de lo que pasa
por esta ciudad. Creo que mejor que vosotros no habría nadie. –Dije dejándoles
pasmados por mi propuesta. Ellos estuvieron de acuerdo. De todas formas no
tenían otra opción los hubiera matado si se hubieran negado. Ahora ya tenía
informantes. Sólo tenía que saber una cosa más. El nombre de la listilla de
gafas.
"Idos y no os mandaré a chupar azufre junto con vuestras mamaítas" xD Me gustan más tus historias actuales con demonios, son más 'cool'
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