miércoles, 8 de octubre de 2014

 ¿Cuál es tu nombre?
(Segunda entrega de Balam)








            - Una copa.
            - ¿Alguna en especial?
            - ¿Tan difícil es poner algo de Alcohol en un vaso?
            El camarero cogió la primera botella, sin mirar cuál era su contenido, y la vertió en un vaso. Su mirada reflejaba su molestia por no poder soportarme. Me daba igual. Sólo quería beber. Había llegado de un largo viaje y había llegado a un Madrid que no reconocía. Todos sus habitantes andaban por las calles erguidos como si tuvieran derecho a todo y sobre todos. Odio a los humanos. No entiendo cómo han durado tanto tiempo en este mundo. Si sólo son unas ratas que se devoran entre sí a la mínima ocasión. He estado en casi todas su etapas de evolución y no han dejado de ser esos monos que vivían en cuevas. Aunque hay que reconocer que algunas de esas monas estaban realmente bien.
            Observé en la esquina de aquel mugriento pub. Allí estaba una de las madrileñas más guapas que había visto en siglos. Tenía un portátil sobre la mesa y la pantalla se reflejaba en sus gafas. Se mordía el labio, concertada, por lo que leía. Me acerqué y sin pedir permiso me senté en la silla que había vacía junto a ella.
            - ¿Sabes que los Pub no es un lugar para leer? Para eso están las bibliotecas y esas cosas. – le dije descaradamente. Ella me miró por encima de sus gafas y volvió su mirada a la pantalla.
            - ¿De verdad eres tan bueno como dicen?- Preguntó la chica.
            - Depende. En la cama soy mejor.- contesté.
            - ¿Y matando valkirias?
            - Directa…me gustan las mujeres con carácter.- seguí con mi juego. - ¿así que me estás proponiendo un trabajo?
            - ¿A caso iba a estar aquí contigo, con otro fin que no sea trabajo? – Cerró el portátil y dejó sus gafas sobre él.- ¿lo harás?
            - Depende de cuánto estemos hablando. – contesté dando un sorbo y comprobando que lo que me había echado el camarero no más que algún producto de limpieza. Miré al barman y lo vi sonriendo orgulloso de su broma.
            - Cuatro.
            - ¿Mil?
            - Cuatro millones.- la boca se me hacía agua por haber escuchado la cifra. Lo que me extrañaba era ¿Por qué pagar tanto por sólo matar a una valquiria? -¿lo harás o no? Si no lo haces, puedo hablar con otros cazadores.
            - Lo mío es cazar demonios, pero lo haré. Tengo curiosidad por saber quién es esa arpía que se merece cuatro kilos por su cabeza.
            - Te aré llegar toda la información a tu casa.- se levantó y recogió el portátil y se dirigió a la salida.
            - ¡Espera! No te he dicho donde vivo.
            - No hace falta. No hay nada que no sepa de ti. Príncipe Balam. – me llamó la atención que me llamara príncipe. La verdad es que nadie me llamaba así desde que dejé Niflheim. Era demasiado triste.
            Ella me dejó sorprendido por aquella conversación. Tenía un nuevo trabajo y un nuevo objetivo. Tirarme a la listilla de las gafas. Me levanté de allí y me acerqué a la barra. El camarero me miró esperando a que dijera algo sobre la bebida que me había servido. Yo en cambio me terminé la copa y le hice una señal para que se acercara. Lo hizo tímidamente y le cogí de la cabeza y se la estampé en la barra.
            - No creas que te voy a pagar esta basura. – le dije. Agarré una botella de whiskys y me marché a la calle. Miré a ambos lados de la acera y no veía por ningún lado a esa mujer. Quería hacerle unas preguntas pero al parecer era demasiado tarde.
            Subí por la calle de gran vía era de noche y al parecer no era un día especial para ir de fiesta. Parecía que toda la ciudad estaba desértica.  Llegado casi al final de la calle y a punto de entrar en mi nuevo apartamento. Dos hombres con chaquetas de cuero me interrumpieron en mitad de mi paseo.
            -Tío ¿sabes que este es nuestro territorio? ¿Cómo te atreves a venir hasta aquí?
            Demonios. Había una cosa más irritante que los humanos y eran los demonios. Pasé de ellos, es lo que se hace con el estiércol.
            - ¿Estás sordo? –comentó el mismo de antes.
            - Os daré una sola oportunidad de que os vayáis. Iros y no os mandaré chupar azufre junto con vuestras mamaítas. Contesté.
            Al parecer no les gustó mi comentario. Se lanzaron hacia mí y uno de ellos me sujetó por las espaldas mientras el otro me golpeaba en la barriga. La verdad me sorprendía que creyeran que eso era efectivo contra mí. Me giré justo a tiempo cuando otro de sus puñetazos iba a alcanzarme y esta vez le dio de lleno a su compañero. El muy imbécil me soltó y fue cuando aproveché. Le cogí del cuello al que me había golpeado y lo alcé un palmo del suelo. Con un solo giro de muñeca le partí el cuello y lo lancé contra su amigo. Fui directo contra este y saqué mi cuchillo y le apuñale en uno de sus ojos. No los iba a matar. Tenía algo en mente para ellos.
            Gritaban como cerdos en un matadero y le di una patada en la boca para que se callaran.
            - Decís que este es vuestro territorio ¿no?
            - Es todo tuyo. Ya no lo queremos. –decían aterrorizados.

            - No digáis esas cosas. Mira yo necesito socios. Algunos chivatos que puedan darme información de lo que pasa por esta ciudad. Creo que mejor que vosotros no habría nadie. –Dije dejándoles pasmados por mi propuesta. Ellos estuvieron de acuerdo. De todas formas no tenían otra opción los hubiera matado si se hubieran negado. Ahora ya tenía informantes. Sólo tenía que saber una cosa más. El nombre de la listilla de gafas.    

1 comentario:

  1. "Idos y no os mandaré a chupar azufre junto con vuestras mamaítas" xD Me gustan más tus historias actuales con demonios, son más 'cool'

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