lunes, 8 de diciembre de 2014

Yo lo quemé

Yo lo quemé





Pulsé el play del MP3 y el ritmo me iba marcando las pautas de mis pasos. Aquel edificio, según la inspectora, iba complicado por la cantidad de seguridad allí invertida. Había pasado por las puertas de esta compañía un millar de veces y nunca me había fijado que tras su figura reflectante y arquitectura original, ocultaría al cabrón mayor conocido de este mundo.
            Había hecho los deberes sobre quien estaba al mando de las compañías Loud. Un rubio con rasgos afeminados y obsesionado por la manera de joder a los líderes políticos de los demás países. ¿Qué se llevaba a cambio? Yo que sé. Lo que me importaba era recuperar el medallón y entregárselo a mi padre antes de que me mande derechito al séptimo infierno. ¿Os imagináis como podría ser aquello? He mandado a tantos demonios allí que si por un casual, pongo un solo pie en ese lugar, me arrancarían la piel, y no es un comentario figurado. Aquellas alimañas disfrutan con el dolor ajeno al igual que a mí.
            Me había preparado como para acabar con el régimen nazis en los años de Einstein. Los guantes de combate puestos y dos revólveres en mi cintura. En mi chaqueta bueno era una sorpresa para el que se atreva a averiguarlo. Ahora sólo me preocupaba que la valkiria hiciera bien su trabajo.  
            El primer piso fue fácil acceder a él. No era buena idea utilizar el ascensor así que, dolorosamente decidí usar la escalera para llegar al último piso. ¿Cuántas eran? ¿32? Joder… conseguí llegar hasta la última sin problemas, en ese momento maldije el día que decidí fumar. Puse el oído en la puerta y me extrañó el silencio de aquel lugar. Entrando en el pasillo, sin preocuparme de que me descubriera, vi a dos hombres muy bien vestidos. Abogados por lo menos. Pero su mirada me recordaba a los seres sin alma. Había algo antinatural en su interior. Corrieron hacia mi nada más verme. Saqué mis armas y disparé a su frente. Sus sesos decorarían aquel pasillo a partir de ahora.
            - Balam… no pierdas el tiempo ¡y consíguelo ya!- La valkiria me hablaba por el auricular. Me había cortado el rollo y la música de mi Mp3.
            - ¡Alto!- gritaron a mi espalda.
            Los miré por el rabillo de mi ojo y saqué los hilos de mis guantes. Más sangre en ese lugar. <<Creo que deberían llamar al servicio de limpieza.>> Anduve por ese lugar abriendo puertas a diestro y siniestro. ¡Bingo!
            Para mi sorpresa encontré algo que no buscaba encontrar nunca. A alguien que conocía bastante bien. Me miraba con sus ojos negros como la media noche y sonreía. Su figura altiva sostenía en su mano el dichoso medallón. Ahora no entendía nada.
            - ¿Qué coño haces aquí? – Le pregunté a mi padre.
            - Quería averiguar si de verdad eras capaz de conseguir algo en tu miserable vida. – contestó.
            Ahora tenía ganas de vaciar mi cargador en su puta cara. Me la había jugado, pero no entendía para que tanto trabajo.
            - Tienes treinta segundos para explicarme el por qué estoy aquí contigo y por qué tienes ese medallón.- le dije acariciando mis armas.
            - No seas idiota. No tienes la fuerza ni el talento para poder matarme. – comentó subrayando su estatus de rey del infierno. – Pero te lo diré, si ese es tu deseo. – se sentó en el sillón frente al gran ventanal que mostraba todo el distrito financiero de Madrid. – Este medallón es una de las piezas para abrir la puerta de nuestro señor. Podemos lograr la conquista de este mundo y ya no tendremos que vivir con aquellas reglas estúpidas que nos atan. Los mortales sentirán miedo y podremos hacer con ellos los que nos plazca.
            - ¡Una mierda! Si haces eso te vas a condenar a vivir bajo la sombra de Orión. Además, ¿Quién te dice que los dioses no actúen? Incluso él podría despertar en este momento y venir a por tu sucia alma. – la idea de mi padre me puso los pelos como escarpias. Un mundo lleno de demonios con ganas de vengarse de mí hasta que se harten. No yo no estaba dispuesto a pasar por ahí.
            - ¿Y qué vas hacer al respecto? – Preguntó juntando sus manos frente a su cara y mirándome con inquina.
            - Yo nada, pero ella te va a dar un susto. – dije riendo Me llevé la mano al oído y hablé a mi compañera.- Es tu momento rubia.
            La cara de mi padre era un poema. No sabía por dónde iba a venir el ataque de la valkiria. A decir verdad yo tampoco, pero tras el cristal lo descubrí. Ella se había descolgado con un arnés hasta la ventana del despacho. Rompió el cristal y rodó por el suelo. Logró ponerse en pie y puso su arma en la nuca de mi padre. a eso se le puede llamar una entrada triunfal. <<¡Como me pone esta tía!>> disparó pero como yo me temía no fue suficiente. Sería una pena acabar con un rey demonio con unas simples balas. Así que salté sobre él y metí mi mano en el interior de mi chaqueta. Saqué esa sorpresita que tenía preparada y se la puse en el pecho. Cuando me retiré el intentó quitárselo sin fijarse en lo que era. En realidad era un asqueroso papel pintado. Era un truquito que aprendí en Japón. Lo utilizan mucho los mojes para hacer exorcismos. Aquel papel se pega en el demonio como si fuera un tatuaje. Imposible de deshacerse de él. La reacción que causa, bueno, eso depende el demonio que sea afectado.
            - ¿Qué coño es esto?- Me hizo gracia que mi padre utilizase ese tipo de lenguaje. Nunca le había escuchado decir tal cosa. – Un papel con pegamento. ¿Estás de broma?
            - No, esto te mandará al mismo culo de tu señor Orión. – le contesté.
            El papel comenzó a brillar con un tono rojo. Cada vez más fuerte. Eso no me lo esperaba y entonces. ¡Bum!
            



            - ¡Has quemado todo el edifico! – Dijo la valkiria mientras contemplábamos desde la calle como uno de los edificios más emblemáticos de Madrid era consumido por las llamas. La torre Windsor y mi padre eran historia.
            - Al menos tenemos el medallón. – lo tenía en mi mano. Lo recogí justo después de conseguir salir de ese lugar. Se había dañado y lo miré con detenimiento. – Se supone que este medallón es de oro puro ¿No?
            - Si ¿Por qué lo dices? – Lo partí por la mitad y contemple su verdadero metal. No era oro ni mucho menos. Era un colgante de cobre, una imitación barata. Era de esperar si estaba en un museo mugriento. No pude contener la risa y la mirada de la valkiria era fuego puro. Nos habíamos jugado el pellejo por una baratija de mercadillo.
            - Te odio ¿No podría haberte dado cuenta antes?- comentó enfurecida la inspectora.
            Miramos como los bomberos llegaban intentando apagar el fuego. Como todo Madrid intentaba recuperar su emblemático edificio. Yo en cambio decidí hacer lo que mejor se me daba…colocarme mientras bebía algo que me rasgara la garganta. Sobre la valkiria. Nunca la volví a ver. Supongo que sigue en su comisaría intentando salvar el mundo de otro holocausto. Me daba igual que hiciera con su vida. Pero de lo que estaba seguro que extrañaría de ella era su forma de hacer el amor.   
             

             

3 comentarios:

  1. Final épico. Y el título, genial, jajaja. ¡Ahora que tanto me gusta Balam, vas y terminas la historia! ¡Mal! Queremos una saga. Menos Cirux y más Balam :D :D

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  2. Yo también llego tarde al final. Saga! Me encanta imaginar Madrid en esta tesitura

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  3. Así que lo de la torre Windsor fue por esto... la historia de su incendio es muchísimo más emocionante ahora ^^.

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