domingo, 21 de junio de 2015

Pasado de Erick Loud



Pasado de…
Erick Loud





            Cristales oscurecidos por el fuego y vapores que ahogaban mis pulmones, era lo que me esperaba en mi futuro. El hijo de un alquimista no puede aspirar nada más que aprender el oficio. A pesar del incalculable conocimiento que despedían las estanterías de mi padre, yo no era apto para comenzar a estudiarlo. Mi trabajo no era estar junto a mi padre y sus pócimas. Sino de sacarle de la taberna cuando se desplomaba por la ingesta de alcohol. Recibía innumerables palizas por intentar que sus cobradores no le mataran.
            Vivíamos en una casa que amenazaba con desplomarse. Una cama en donde él dormía, mientras que yo lo hacía en el suelo junto a la chimenea. Debía de estar siempre encendida o las cremas se cuartearían y si eso ocurría mi espalda sufriría el mismo destino siendo golpeado con su bastón. El prestigioso Kranius, le llamaban, mas solo era un borracho que se gastaba hasta la  última moneda en hidromiel y prostitutas.
            - Trae el comino. Ordenó
            << ¿Comino para la poción? Esto sí que es nuevo.>>
            Mis comentarios siempre eran reservados para mi yo interior. Si alguna vez se me ocurría opinar sobre cómo preparar una de sus pócimas siempre me hacía recordar cual es mi puesto. Hijo y esclavo del alquimista de Nivenia.
            - Esto le dará sabor. Lanzó su comentario al aire como de costumbre.
            La puerta tronó y sabía perfectamente de quien se trataba. Era uno de los cobradores de la taberna que venía a llevarse lo que le corresponde. Mi padre no hizo caso y siguió con su trabajo. Se le veía nervioso pues el tiempo se le acababa. Había trabajado cinco largos años para esa pócima la cual no tenía ni la menor idea de su utilidad.
            Comenzó con la condensación y con su resultado ya habríamos acabado. No podía resistirme a sonreír, al fin una pócima acabada. Eso quería decir que esa noche íbamos a comer caliente y no sobras de los vecinos.
            - Escucha, ¿Me estas escuchando? Me preguntó sosteniendo el bote de cristal. – Solo queda un último ingrediente la sangre de una persona muy especial. ¡Mírame cuando te hablo! Me sujetó la cara con fuerza.
            - ¿Quieres que la termine yo? Le pregunté dudando si había hecho bien en hablar.
            - Yo no podré hacerlo. Debes ir a palacio y allí estará el invitado del rey. Haz que su sangre se mezcle con la pócima y tráemela. ¿Te has enterado?
            << ¿Por qué debo hacerlo? Si me pillan seré ejecutado>>
            - Y Después ¿Qué? ¿Se acabará esta situación? Le señalé a la puerta intentando demostrar que nuestra vida era la más precaria de todo el reino. Bueno nuestra no, la mía.
            - ¡Lárgate! Me ordenó entregándome el frasco. Después sostuvo su bastón amenazándome.
            Era un plan una orden que estaba seguro que me llevaría a la muerte. Pero ese destino era mucho mejor que estar siempre bajo las órdenes de él. Deseaba día tras día que no se vuelva a despertar con el nuevo alba.
            Salté por la ventana, no estaba muy alta solo a medio metro de altura. Corrí por la calle principal. Sinceramente me sentía libre por primera vez. No por que corriera a la luz de la luna, sino porque había decidido hacerlo para acabar con esto. Morir era una bendición que deseaba con todas mis fuerzas. Maldigo a los dioses por haberme dado esta cruel vida. ¿Por qué no he nacido en una familia más apoderada? Estaba bajo sus órdenes las que me habían llevado a dirigirme a toda prisa a palacio. Pero mi decisión de morir no era infundida por él.
            Con los primeros rayos del sol me topé con la majestuosa construcción. El palacio de Nivenia y sus gigantescas torres. El soldado me miraba. La escultura de los antiguos reyes, observando desde la fachada.
            <<¿Estás seguro que quieres morir? Continúa con la poción y pruébala. Si te mata habrás conseguido lo que querías>> otra vez esa voz en mi interior. Sabía que mi parte animal, la superviviente, era la que hablaba. ¿Quizás lleve razón? Si la poción es tan importante debía de probarla.
            Corrí, adentrándome en el palacio. El soldado me seguía con sus pesadas armaduras. Yo era más ágil que todos los soldados de Nivenia. Ya se le había demostrado en el mercado numerosas veces. Subí instintivamente la escaleras y crucé pasillos. Miré un segundo hacia atrás y ya no era un soldado sino tres. Mientras me perseguían gritaban dando la alerta.
            << Sigue el pasillo y gira a la derecha>>
            Seguía las indicaciones de mi alma animal. Era mi as de la manga. Tener dentro de uno mismo las habilidades de una rata. Era ventajoso. Siempre menosprecian a la rata.
            << Esta en la cuarta puerta>>
            Entré sin llamar, los guardias me seguían y cerré. Puse una silla contra la entrada y lo vi. Estaba en la cama. Sus cabellos dorados y sus ojos azules. Estaba asustado, no parece valiente, ni guerrero y mucho menos un héroe. Solo era un acomodado invitado del rey. El cuál iba a tomar por matrimonio a la princesa. Iba ser el nuevo rey de Nivenia. Menudo destino nos esperaba con él. La puerta era golpeada con fuerza por los soldados. No tenía mucho tiempo.
            - ¿Qué pretendes hacer? Dijo asustado en su cama. Tendría mi misma edad.
            No paré a explicaciones. Miré a mí alrededor y vi un candil de cristal apagado. Lo tire al suelo y recogí uno de los cristales. Su cara reflejaba el temor por su vida. <<Pobre niño rico>>. Sujeté su mano izquierda y le corté. Su grito era desmesurado por minucia de la herida. Quizás yo esté más acostumbrado por cómo me había tratado la vida.
            Las gotas de su real sangre se mezcló en la cristalina pócima. Esta se tornó en negro. Un color que explicaba la peligrosidad de beberla. Entre los golpes de la puerta por los guardias que continuaban sin saciar y mis propios latidos. No pensé más en lo que estaba dispuesto a realizar. La muerte o los efectos de esta opción. Bebí.
            No ocurrió nada de inmediato. Pero sentía algo que cambiaba en mi interior.
<< Si. Siento el poder. ¡Menudo poder! La Rata se hace León. Temed.>> curiosa su comentario. Pero lo sentí. Primero una enorme descarga eléctrica, una fuerte pinzamiento en el estómago. ¡Me estaba matando! Mis huesos crujían y se deformaban. Mi espalda curvada por haber dormido toda mi vida en el suelo, se enderezaba. Los callos de mis manos desaparecían. Mis músculos crecían. Miré al niño rico y él parecía que también le ocurría lo mismo.
            Sus ojos azules ahora eran marrones. Sus cabellos dorados en morenos. Su rostro cambiaba poco a poco. Y su cuerpo se encogía perdiendo su musculatura y su porte noble. Lo comprendí, su cuerpo era el mío y el yo ahora era él. Yo me había convertido en él. Me miré en el espejo y lo no ví la rata de la calle sino un apuesto príncipe que iba ser rey. Eso lo que necesitaba para volver a creer en mi existencia. Solo quedaba una cosa que hacer. Acabar con todo lo que me recordaba lo que fui.
            Con el cristal en mi mano le rebané la garganta. El no dirá nunca quien fue o es. Me desnudé y me tapé con la manta de la cama. Abrí la puerta y dejé entrar a los soldados.
            - ¡Mi señor! Dijo uno de ellos cuando vio a esa rata muerta.
            - Lleváoslo. La próxima vez espero que no tenga que ocuparme de estos intrusos o sufriréis mi ira en la plaza de la ciudad. 
            Arrastraron el cadáver y cerraron la puerta tras irse. Me miré en el espejo y me contemple una vez más. Era hermoso. No solo una nueva vida me esperaba, También un reino.
            <<Príncipe Loud. Erick Loud. Dueño y señor de las vidas de este reino. Aplastaré con todo lo que me hizo caer algún día. No habrá pobreza. Este reino será orgulloso y rico. Conquistaré el mundo y seremos respetados.>>
            - Claro, eso haremos. Le contesté al nuevo León de mi interior.        

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