Pasado de...
Rita Figueroa
Había
sido la hechicera con más talento de toda la historia conocida por la academia.
Conocía todos los conjuros tanto oscuros como la magia blanca. Había adelantado
a todos los aprendices de la época. Con solo diez años ya controlaba los cuatro
elementos, habilidad que solo conseguían tras una vida de duro entrenamiento.
Mis mentores me envidiaban y mis compañeros me despreciaban. Hija de una hada
del fuego y del mejor hechicero de la historia. Nunca los conocí. Tampoco me
preocupé en buscarlos. Sabía que mi destino lo escribiría con cada paso que
decidiera dar.
-
El próximo año, querida. Me comentó el director. Yo los miraba celosa. Según la
ley de la academia solo podrías salir de allí cuando seas nombrada hechicera.
Ya era hechicera y la mejor. No podía esperar un año más para demostrarle a
todo el mundo de lo que podría hacer. Mi poder era tan grande que se asfixiaba
entre los gruesos muros de Arkjam.
-
Mi señor. ¿Qué aré todo este tiempo? Conozco a la perfección todo lo que me
podríais ofrecer. Creo que debería partir como los demás. Le contesté posando
mi mano en el cristal de la ventana. Me giré y lo miré.
Estaba
sentado sin hacerme caso ninguno. No soportaba que no me prestara atención.
Escribía en esos pergaminos la mayor parte del tiempo, era obsesivo. Cada vez
que mojaba su pluma en el tintero, el escritorio crujía. Las sombras de las
estanterías alimentadas por las tristes llamas de las velas, se proyectaban
erguidas hasta el techo. Me sabía todos los posibles dibujos que podía crear
esas sombras en la cara del director. Mi vida era aburrida y quería conocer el
mundo. Me esperaban aventuras. Salvar a
princesas o príncipes del ataque de un monstruo. Acabar con una guerra o
simplemente inmiscuirme en una de ellas. Mi fama sería colosal. La gran Rita
Figueroa.
-
Aún no estás preparada. Habló rompiendo el silencio. – Lleva esta carta al
alcalde de la villa. Es importante.
<<Genial,
ahora soy la mensajera de la academia.>>
Sujeté
el papel suspirando para dejarle claro que no me gustaba la idea. No podía
negarme a una petición del director, pero siempre intentaba que supiera lo que
pienso de sus mandados. Bajé por la escalera principal mientras me colocaba la
capucha. Guardé la carta en mi capa y salí al patio. Aún estaban los nuevos
magos allí. ¿Qué les ocurrían? ¿No deseaban comenzar sus aventuras? Eran
patéticos. Seguí paso firme hasta llegar a la salida y anduve ladera arriba.
Desde allí veía las antorchas de las puertas de la academia. Era un lugar de
cuento, maravilloso. Era un hogar. Si en ese momento hubiera sabido que iba a
ser la última vez que lo vería, me hubiera quedado más tiempo contemplándolo.
Al menos me hubiera despedido. Colina
arriba y con la luz de la luna en mi espalda perdí una parte de mí.
El silencio me acompañaba. Solo el olor a hierba mojada
y a flores nocturnas me demostraba que ese camino no era hacia el “vacío”. Ya
veía las primeras casas del pueblo. Un camino de veinte minutos de ida. No
podía tardar en hacer el recado o sufriría un castigo. Como si ir de mensajera
no era suficiente castigo. Pasé por el viejo alcornoque y acaricié su rugosa
corteza con mi mano. Ahí se me enganchó la capa. La carta se calló y comenzó
todo.
La recogí tímida. Mis pensamientos y mi curiosidad
estaban jugando conmigo. Decidí abrirla a pesar que sabía las consecuencias de
hacerlo. No lo soportaba, mis ganas de saber su contenido me atormentaba. Leí.
Estimado señor de Nivenia,
Le suplico que perdone nuestra osadía en
negarnos. No podremos permitir que las habilidades de nuestros magos se
conviertan en diversión para princesas o hijos apoderados. Nuestros hechiceros
son enseñados para luchar y defender la justicia. No son arlequines, ni
parlanchines.
De
nuevo le pido disculpas.
Atentamente,
Arfor Corvus Salatén.
El viejo director lo veía como una ofensa para
nuestro oficio. Yo, por otro lado, lo vi como la oportunidad de mi vida. Si
fuera a Nivenia como enviada de Arkjam, todos me conocerían como la hechicera
que soy. Era mi momento. Solo tendría que hacer una modificación a la carta y
sabía bien cómo hacerlo para que no se notara.
Puse mi mano en el papel y respiré. Me concentré en
los tres punto de mi aura, alto, medio y bajo. Visualice la mano del director
en mi mente. Sostenía la pluma empapada en tinta. Solo tuve que dictar.
Sintiéndonos
alagados por su invitación os enviamos a la hechicera más poderosa jamás conocida.
Descendiente del magnífico Ziriatos. No la menosprecie por su juventud, pues ha
librado mil batallas. Temida por las tribus del norte.
Su
nombre es Rita Figueroa. Estoy seguro que conocerás sus hazañas, pues son
conocidas por los cuatro puntos cardinales.
Atentamente,
Arfor Corvus Salatén,
DERECHOS RESERVADOS POR EL AUTOR, DAVID PRIETO.
Yo al final añadiría: "Y así fue como la hechicera que controlaba los cuatro elementos se convirtió en el bufón de la corte". Sí, sí, muy poderosa, pero disfrazada de artículo indispensable para una fiesta... Mejor me callo o Rita me achicharrará, jajaja.
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